“Si vas a intentarlo, ve hasta el final.
No hay otro sentimiento como ese.
Estarás a solas con los dioses
y las noches se encenderán con fuego.
Hazlo, hazlo, hazlo.”
Fragmento del poema Lanza los dados de Charles
Bukowsky
Cuando uno tiene un alma inquieta,
siente constantemente que el lugar que le ha sido dado no tiene la horma
correcta, se siente uno como un extranjero queriendo adaptarse a ese lugar, constantemente
extraño. Ese lugar interno y externo. Yo caminaba por la vida viviendo una
carrera que no me correspondía. Tenía trabajo, familia y las cosas que nos
ponen a vivir en la nombrada normalidad, a los ojos de los demás. Por años me embargó
un vacío, una inconformidad, que nada tenía que ver con lo material, estaba oculta
en lo espiritual. Se trataba de la esencia personal, la verdadera razón por la
que me había estado levantando cada día. Una sensación sin nombre, aparentemente
muda, dormida, agazapada a la espera del momento. Se estaba madurando, añejando
para brotar justo en el momento en el que como una revelación se manifestó y me
llevó a entender, por qué era que me quedaba por las tardes o por las mañanas,
de pie frente a una ventana a la espera de algo. Por años pensé que debía ser
un suceso extraordinario, una señal oculta que lanzara un fuerte pulso como
advertencia, estaba siendo llamado mientras andaba con la mirada puesta en las
necesidades inmediatas. Llegado justo el día en el que dejé de preocuparme por las
urgencias que nos mantienen saltando de una quincena a la otra, de un pago al
otro, de un día, un mes a la espera del pago por el trabajo y de armar planes
para gastar ese dinero, en cosas que sin este no se pueden tener. Siempre anduve
con lo justo, sin estar mal. No puedo decir que he sufrido, que soy un alma
pobre, por lo menos no económicamente. Al llegar el día de entender al fin cual
era mi verdad, mi labor verdadera, la que se había estado escondiendo en mi
ser, alejada de las palabras correctas, palabras que yo mismo ocultaba al
negarme a reconocerás.
El día que entendí el
significado de mi angustia, me empecé a sentir inútil, desconcertado. Tenía una
deuda conmigo, y consistía entender que había estado viviendo en el lugar
equivocado. Que tenía que dejar de hacer lo mismo de todos los años y buscar mi
lugar. yo debía servir a las personas de una forma particular. Había un lugar
que me estaba esperando, me había estado llamando, no con palabras. Era como un
palpitar sordo, escondido al borde de una montaña. Mi vida estaba afuera de la
cuidad que por años me había albergado, me había cuidado y me había dado lo que
hasta ese día, consideraba era lo único, la razón de mi existir. Ese día la
clarividencia me llego por medio de un frío intenso, de un helaje causado por
un aguacero, que atrajo toda mi atención. Unos nubarrones que cubrían todo hicieron el llamado.
Desde que recuerdo he detestado mojarme con la lluvia, nunca lo había hecho, le
huía al agua, pero ese día se despertó en mí una necesidad urgente que
quedarme donde estaba y dejarme mojar por el vendaval, me atacó una risa de niño,
me sentí libre, como un pequeño cachorro que juega con el agua batiendo su cola
y se moja como si no hubiera un mañana. Mi risa parecía desencajada, había
acabado de encontrar el tesoro, la razón verdadera de mi existencia. El aguacero
que caía había opacado el día, eran apenas las diez de la mañana, pero parecía
mucho mas tarde. En otras circunstancias me habría sonrojado por estarme
comportando como un infante, como un ser que ha perdido su madurez. El agua me
limpió espiritualmente y me dio a entender, precisamente eso fue lo revelador,
debía perder la cordura lineal que me había estado encasillando en el estatus
de persona normal, cumplidora de sus labores, que paga sus cuentas y que se
comporta como todos los demás. Esa mañana había acabado de descubrir mi
verdadero ser, ese era el motivo de mi inconformismo, hacía allá era que apuntaban
mis ojos, mi mirada interna me comunicaba la verdad para la que había sido hecho.
Una verdad que tiene voz de niño. Fue entonces cuando ese lugar de la montaña,
junto una la carretera a las afueras de la ciudad se me manifestó enorme atrás
de la cortina que el agua formaba a medida que mojaba todo a su paso, el agua recreó
la montaña para mí, la hizo hablar con la fuerza del diluvio, ese era el llamado
que mi cuerpo sentía, allí estaba el nombre de mi incertidumbre. Yo no debía
estar mas en la cuidad. Sin pensarlo mucho, a los tres días me escapé de mi
casa, sin dar razones, sin ninguna explicación. Salí con dos maletas, unos cuantos
libros, compré dos resmas de papel y me fui con la idea de escribir todo lo que
me iba suceder, nunca había escrito algo que ocupara más de una hoja, ese
cambio drástico de mi vida debía ser documentado. Tenía la necesidad de empezar
a escribirlo todo, no entendía por qué, pero sentía la urgente necesidad de
emprender camino. Hasta ese momento sentía esa necesidad como algo meramente
intuitivo. Pensando que se trataba de cumplir con ese requisito humano incompleto,
me faltaba escribir un libro entre tantas cosas que dicen que debemos hacer los
humanos. No tardé en entender que se trataba de un pensamiento demasiado
ingenuo, para lo que la vida me iba a mostrar.
Como si hubiese escuchado la
misma señal, Duván un amigo de infancia, me llamó antes de tomar la decisión,
para recomendarme que le ayudara buscar una persona que pudiera quedarse
cuidando su casa, ubicada casualmente a unos minutos de esa carretera, de esa parte
de la montaña que se me reveló, y cerca de la que tantas veces he pasado sintiendo
su llamado, una atracción inexplicable por ese lugar. Duván necesitaba de un
cuidandero para su casa que permanecía sola constantemente, él podía ir en vacaciones
o en visitas esporádicas únicamente, necesitaba e iba a págale a quien se fuera
a limpiarla y mantenerla. Sin pretenderlo el destino y su forma caprichosa de
actuar ya me tenía trabajo y techo fijo. La noche después de instalarme y recibir
todas las instrucciones, soñé con una frase que sería la clave y el nombre para
mi negocio, recuperador de sueños. Horas después de levantarme y de empezar a
asear y acondicionar el lugar. Tomé la primera hoja para empezar a escribir lo
que hasta ese momento me había sucedido, especialmente lo que tenía que ver con
esa determinación de empezar a hacer real esa vida nueva por la que me acababa
de decidir. Lo que al principio parecía un riesgo, dejarlo todo y empezar en
ese lugar en el que no me conocía nadie, se convirtió en un manantial de palabras
con las que ocupe las primeras dos hojas, las palabras fluían como agua. Empecé
a contar mi historia partiendo desde mi juventud, esa primera historia estaba dirigida
a mí, se trataba de una carta extensa y sincera.
Mi labor como reparador de
sueños, no se dio a esperar, el primer cliente llegó al dejar un aviso en la única
tienda del lugar. << Se requiere persona para desyerbar lote >>. El lugar necesitaba
una limpieza, estaba asediado por la maleza, el clima del lugar es soportable, el
calor y el frío son agradables. Libardo se llamaba el escogido a realizar la
labor, era un hombre que superaba los treinta años y que acababa de llegar al
lugar luego de haber intentado trabajar en la ciudad sin terminar de acomodarse
del todo, eso fue lo que me dijo antes de que, como parte esencial de mi nueva
labor, intuiría que lo suyo en ese lugar tenía un trasfondo inclinado hacía lo poético,
imperceptible por una mirada común. Una semana nos llevó dejar el lugar despejado
y aseado. Resultó que Libardo había llegado al lugar siguiéndole los pasos a
una joven que como él se había ido para Bogotá en busca de trabajo para poder
ayudar a su mamá. se habían conocido en el restaurante en el que ella había
logrado conseguir trabajo. Ella se llama Lorna, se devolvió para su casa ayudada
por su hermano que vive y trabaja en Portugal, él le envía dinero para los
gastos. Cuando la conocí, Lorna se notaba triste, la vida de la ciudad la había
conquistado, pero supo entender que su mamá la necesitaba, así que se dispuso a
cuidarla. Libardo andaba en busca de trabajo fijo, para poder radicarse, por
eso hacía de todo. Lo que se le dificultaba era expresar sus sentimientos, por
eso no había encontrado la manera de decirle a ella que las cosas que sentía y que
ella era la verdadera razón de su llegada a ese lugar, por eso no la había
buscado, Lorna no sabía que él andaba por allí. Al notar que esa falta de
iniciativa estaba haciéndole mal a Libardo, le propuse que le llevara una
carta, que con mi ayuda podía encontrar las palabras correctas. Aceptó, la
condición de que yo fuera el encargado de escribirla, de eso él no sabía, nunca
lo había hecho. Antes de redactarla le dije que necesitaba conocer a Lorna,
para poder tener los argumentos necesarios y de esa manera dar en el punto. Libardo
no se había acercado a ella, desde que había llegado, salía apenas a buscar la
forma de ganar dinero para pagar la habitación que había alquilado, tenía
planes de ingresar a trabajar en la única empresa existente en ese lugar, una productora
de alimentos orgánicos. Sin pretenderlo le pude ayudar también con eso. Mi amigo
Duván era cercano a los dueños del cultivo, de esa manera Libardo consiguió trabajo
de operario. Mientras eso pasaba, hice la gestión de conocer a Lorna, ella para
ayudarse vendía productos de aseo y algo de perfumería por catálogo, de esa
manera era que solventaba sus gastos personales. Con el pretexto de encargarle
unos productos, pude llegar a su casa y conocer de paso a su mamá, con la
señora hicimos una conexión encantadora, se llamaba Martina. Con cada persona
que iba conociendo mi intuición se fue haciendo mas sensible. Por el lado de la
señora Martina, su aura me manifestó que no le quedaba mucho tiempo de vida,
ella no estaba enferma cuando la conocí, había superado la enfermedad que le había
mermado la juventud que le quedaba. No era muy mayor, tenía cincuenta y dos años,
pero aparentaba diez más, eso lo supe sin que me lo dijeran, mi intuición actuó.
había pedido a su hija que se devolviera
para la casa, sin sus dos hijos la soledad la estaba enfermando. El regreso de
su hija la había mejorado de inmediato, Lorna llegó a pensar que se trataba de
un capricho de su mamá, ella con veinticuatro años sentía que en ese lugar se
iba a quedar estancada. Al conocerla supe que ella estaba destinada a quedarse,
que le iba a costar al principio, pero la verdad era que el lugar le iba a dar
unas lecciones de vida que no se imaginaba.
Yo estaba muy impresionado por
esa nueva manera en la que había empezado a ver la vida y sobre todo a las
personas, había cambiado radicalmente. Desde que llegué a ese lugar como ellos,
los que se convertirían mis nuevos amigos, el lugar me iba mostrando que me
había estado guardando mi lugar, por eso cada vez que pasé cerca sentía una
alegría inexplicable. Habíamos llegado a ese lugar para darle otra vida, éramos
parte de este desde hacía mucho tiempo sin saberlo, Lorna era oriunda de allí, Libardo
llegó guiado por su corazón y yo ya me estaba enterando cual era mi papel en
esa historia que ando escribiendo desde el primer día.
Llegó el día de hacer la
carta, Libardo había estado impaciente. Para calmarlo planeamos un encuentro
con ella, supuestamente casual, aunque la cosa se nos facilitó. Él ya se encontraba
trabajando en el cultivo, Lorna necesitaba hacerle unos arreglos a la casa,
momento justo para presentarlos, pretendiendo que no se conocían, yo hice la
labor. Apenas nos reunimos, noté la felicidad en los corazones de ellos, sus
miradas eran tímidas, y a pesar de que ella pretendió demostrar su alegría como
un suceso de la casualidad, mi intuición me dejó saber que la conexión bullía desde
sus corazones, haciéndose sentir como un eco que, creí, solo yo pude percibir. Hasta
que noté que la señora Martina también lo captó por medio de su sexto sentido femenino
y de madre. De esa manera, fue que comenzó nuestra amistad.
Y como lo ha dicho mucha
gente, cuando las cosas deben pasar no se hacen esperar. Lorna llevaba tres
meses de haber llegado, cuando yo hice mi cambio y me instalé, Libardo levaba diez días de haberse lanzado al igual que yo a vivir en un lugar en el que no teníamos a
nadie. Ese lugar, una vereda cercana a la vía principal, se convertiría en una
parada llamativa, gracias a nosotros y nuestra amistad naciente. Yo fui quien
empezó a cambiar las cosas, por medio de mi nueva labor ligada a la escritura, empecé
a escuchar detenidamente a las personas. Mis sentidos se fueron agudizando, escribiendo todo lo que me iba ocurriendo a diario, mientras llegaba el momento de que formáramos
equipo con Libardo y Lorna. La señora Martina al notar que me la pasaba tomando
apuntes en mis hojas que cargaba para todo lado, me pidió que le ayudara a escribir
una despedida a manera de relato. Ella había sido separada de su papá a los
trece años, no lo volvió a ver sino hasta el día de su muerte. El mismo evitó volverla
a ver, debido a que tenía una enfermedad de la que no quiso cuidarse y aguantó
hasta que su cuerpo no dio más, le hizo llegar a su hija la razón de que podía
volver, justo cuando sabía que le quedaba muy poco tiempo de vida. La recibió
justo en sus últimas horas, apenas si pudo saludarla, recibirla amorosamente, como si
el tiempo no hubiese pasado. Habían transcurrido cinco años, ella ya era mayor
de edad y había empezado a trabajar, vivía con la única hermana que su papá tuvo.
La tía fue la que se encargó de ella hasta que se fue a vivir con el papá de
Lorna. Un hombre que le dio mala vida, lo único bueno que le dejó fue sus hijos,
Nestor el mayor, quien apenas se pudo ir de la casa, dejó a su hermana y madre
solas, ayudándolas, enviándoles dinero para que se pudieran solventar. Con toda
su información, y con las cosas que iba recordando, fui armando la historia. Llegué
a pensar que ella quería un relato autobiográfico. Pero la forma en que fue
contando cada detalle, nos llevó a convertir sus experiencias en una agradable
despedida para alguien que hacía casi cuarenta años se había dio. El tiempo que
ella tuvo con su moribundo padre, fue de apenas de unas pocas horas. Duró más enterrándolo
y arreglando los temas legales, se quedó con las ganas de contarte lo mucho que
lo extrañaba. El señor, luego de mandarla donde la tía, apenas si había ido a
dejarle dinero y otras cosas unas cuantas veces, sin buscarla, incluso ese
terreno en el que vivía había sido comprado para dejárselo. Por eso tuvo donde
instalarse con sus hijos, hasta que ellos crecieron y se fueron. Mientras trabajaba
en construir la narración que me iba siendo contada a través de la experiencia.
Mi habilidad para escribir se había convertido en un ejercicio vertiginoso. Escribía
de todo. Por eso decidí empezar a publicar en un blog esas historias que mi mente
iba convirtiendo en relatos y cuentos, a cada una de las experiencias que iba teniendo,
les agregaba mis vivencias antes de llegar a este lugar, las señales que me
llevaron a tomar la decisión, y las aventuras que estaba empezando a tener.
Escribir fue el camino, sin
pretender ganarme la vida con ello, las circunstancias me fueron llevando a lo
que es mi vida hoy en día. la casa que cuidaba me dio el trabajo para poder
mantener mis gastos, el trabajo en esta ocupó mi tiempo libre. El lugar
respiraba de nuevo, cuando llegue se encontraba corroída por el abandono. La carta
que hice con Libardo fue el abrebocas de lo que empezaría a ser mi vida como
reparador de sueños. Así como el destino me puso a hacer eso que nunca me
imaginé, en ese lugar con el que a simple vista no tenía ninguna conexión. Así fueron
llegando otras personas, muchas que iban de paso o de visita. La unión de
Libardo y Lorna, fue mi carta de presentación. Ellos se encargaron de darme la
fama. Lorna nos manifestó días después de acertar la propuesta de noviazgo a Libardo,
que mis palabras fueron la clave para que ella decidiera quedarse, había
llegado a pensar en contratar una persona que cuidara de su mamá y devolverse para
Bogotá, la ciudad le gustaba mucho. Pero como a mí, esa vereda, su vereda, fue la
que se encargo de darle las circunstancias para que desechara la idea de volverse
a ir. Por su parte la señora Martina tenía una misión con su hija, esa era la
razón que la había hecho pedirle el regreso, aunque ella misma no lo sabía. Esa señora
tenía un talento para la cocina al que no le había prestado mayor atención, era
todo un placer verla preparar los alimentos, y que decir del momento de
comerlos, la gloria en manjar. Escribiendo el libro en el que trabajábamos, se
lo hice saber, con una carta que hacía las veces de espejo, le mostraba esa
habilidad como una revelación. Así fue que se dedicó a enseñarle a su hija ese
encanto que se fue haciendo cada día mas evidente, preparar los alimentos que
se comen en los horarios y costumbres de cualquier casa, en las manos de ellas pasaban
a ser toda una obra de arte gastronómica. El talento de Lorna y Libardo, consistiría
en convertir esa destreza en un negocio que se podía explotar sin necesidad de ir
muy lejos de la vereda. Empezaron a hacer unas colaciones para que fueran
compradas por los viajeros, aprovechando la posición del lote en el que se
encontraba la casa, justo al lado de la carretera. Le construyeron una entrada
con zona de parqueo y empezaron a darse a conocer vendiendo por encargo en los
paraderos cercanos que había por la vía. Llamado por su tierra Nestor el
hermano de Lorna, paso a visitarlas y de paso como caído del cielo llegó a
aportar, inyectándole capital al negocio naciente, como regalo de su parte para
la nueva pareja. La señora Martina se había repuesto del todo, su salud se
restableció, tanto que llegué a pensar que mi intuición me había engañado con
ese anuncio sobre su muerte, eso me tranquilizaba, no me gustaba sentir esas
cosas y no tenía el menor deseo de que se cumplieran.
Mi Labor de escritura me
obligó a dedicarle mucho más tiempo del que esperaba. A causa de ese don revelador
que se fue haciendo más evidente, usaba las palabras para mostrar las cosas
maravillosas que permanecían ocultas en las personas, como me ocurrió a mí, las habilidades son inimaginables. Mis amigos fueron los primeros beneficiados. Su
negocio fue tomando fuerza, yo les ayudaba y ellos terminaron cediéndome un espacio,
un rincón algo tímido al inicio, pero que con el paso de los días gracias personas
con influencia en las redes sociales la parada se popularizó, los viajantes empezaron
llegar recurrentemente. Pero no solo eran viajantes casuales. El número de personas
que empezaron a repetir su ida para que yo les escribiera una historia que les
revelara cosas que les permitían cambiar su vida, mejorar, acabar con negocios,
personas y oportunidades que no les eran beneficiosas.
El trabajo no nos faltaba, terminado
y en proceso de publicación estaba el libro con la despedida de la señora
Martina. Lorna y Libardo afianzaban su relación viviendo juntos, el negocio
cada vez tomaba mas fuerza. Para esos días en los que se avecinaba la tristeza,
ellos contaban con los dos primeros empleados. Por mi parte, estaba adelantando
un recopilatorio de cuentos para publicarlos en el próximo libro, al tiempo que
investigaba y recopilaba información para mi primera novela. A la que estaba pensando
titular Palabras que dan forma al corazón.
Dos semanas después de salir a
la venta el libro de la señora Martina, ella nos dejó, al salir una tarde a
recibir unos insumos para el negocio de Lorna, resbaló con una piedra golpeándose
la cabeza y rompiéndose el cuello. Murió de inmediato. Fue fatal para todos. Yo
duré una semana evitando salir de la casa, duré todos esos días temiéndole a
mis predicciones, eran acertadas todas, eso me había despertado el miedo. Con los
ingresos que estaba logrando, pude acordar comprarle la casa mi amigo que se había
radicado en Canadá y ya no quería tenerla porque yo no la iba a utilizar más. Cuando
entendí que mi habilidad no era mala, que simplemente, podía encontrar por medio
de la escritura muchas cosas que nuca me llegué a imaginar. La vida me había
hecho mover, dando un giro de ciento ochenta grados. Debía entender que mi labor
tenía algo que ya no me iba a abandonar, debo servir a todo aquel que necesite
una orientación hacía su camino verdadero. Soy el guía de esos navegantes perdidos
a la deriva. Por eso me dirijo a ti, lector, amigo. Estoy en la vereda el Chuscal
Cundinamarca a la orilla de la autopista Medellín, a solo cincuenta minutos de Bogotá.
Me encontrarás en mi mesa, llena de hojas, tinta y grafito, escribiendo unas
veces con esfero, otras con lápiz mientras escucho la historia que me vienes a
contar y redacto la que el destino te tiene preparada. Nos vemos y nos leemos,
mientras compartimos unas deliciosas colaciones.