viernes, 21 de agosto de 2020

Plumas Negras Capítulo II

Continuación de primer cuento Plumas Negras publicado en este Blog

https://rudyantoniosilva.blogspot.com/2020/07/plumas-negras.html

Podcast disponible en Youtube

https://www.youtube.com/watch?v=NS499UZu0XY


"Las plumas negras sin tregua siguen apoderándose de cuerpos jóvenes, te vas a enterar de los hechos, pero ten cuidado, ten mucho cuidado si no prestas la atención suficiente el próximo serás tú."



- Cuando vivías podía escuchar tus pasos - 

- Cuando estás sola para no sentir miedo te aferras al sonido de las cosas resguardándote en su eco -  

     

El extraño: Esa noche me uní a las almas errantes en aquel cerro bogotano, bajo la hechizante mirada de aquella figura femenina hermana de las tinieblas. Ahora vago por tierras apartadas de allí, persigo un doloroso rastro, que aquella arpía convertida en coruja me ha marcado y me tiene buscando la sepultura de un amarre. Es un camino tortuoso y extenso para ello debo hacerme a una compañía especial.

Desde que Deisy se había ennoviado Leila se quedaba en la casa de su tía Narda. Prefería estar acompañada, desde hacía un mes su amiga andaba apegada a su mejor opción. Además terminadas las clases las cosas habían cambiado sustancialmente, las amistades de esos años se habían resumido a algunos encuentros los fines de semana o a la visita esporádica de aquel que no tuviese mayor cosa que hacer, eso sumado a que Leila siempre debía ir acompañada para que la dejaran salir. Esas limitantes la habían hecho tomar la decisión de escoger la casa de la tía e involucrarse con las tareas de los primos luego de acabar sus clases de locución. Tenía una afición, consistente en cargar una grabadora en la que mantenía guardados muchos sonidos y voces que registraba continuamente, para usarlos cuando al fin lograra acceder al espacio para mostrarse en la emisora local, con aquellas historias que inventaba cada vez que se quedaba a solas en su casa. Esa tarde la ayuda a sus primos le había tomado más del tiempo requerido, además el abuelo había avisado tarde que no alcanzaba a pasar por ella, así que debió apresurar su salida para que no le anocheciera por el camino, llegar a su casa le tomaba más de media hora. Narda quiso acompañarla pero la detenían sus quehaceres. Leila le advirtió que no debía preocuparse porque no era la primera vez que se devolvía sola. Quedó en avisarle apenas llegara. Se fue siguiendo los sonidos reconocidos de cada lugar. Mientras recorría el camino pensaba en un personaje nuevo para su historia llamada Desenterrando Secretos. En ese momento se encontró con Pablo Daza. De todos los muchachos él fue quien mejor se comportó con ella. Se saludaron y hablaron de lo que cada uno hacía por esos días, hablaron sin extenderse porque a ella le faltaba camino y Pedro no tenía el tiempo de acompañarla, quedaron en que la visitaría el siguiente sábado sin falta. Con el agrado de habérselo encontrado continuó avanzando.

Llegando a la casona del señor Hurtado, donde el ladrido de los perros que tiene siempre advierten cuando alguien va pasando, supo que no le faltaba mucho. Atravesó la extensa entrada y unos metros más adelante continuaba escuchado el alboroto de los perros, era raro, nunca duraban tanto. Continuo sin prestar atención, le hubiera gustado grabarlos pero ya no alcanzaba, la grabadora estaba en la maleta y no tenía buena carga ¿Qué se podría perder? Tenía buena cantidad de grabaciones hechas con esos ladridos. Pero también tenía muy claro que ese tipo de sonidos estaban dados en un tono especial, que era manifestado por tonalidades que interpretaban algo diferente cada vez, por esa razón no le importaba repetirlos para identificar la diferencia de uno con el otro y por eso sabía que seguían ladrando no porque ella hubiese pasado, ya la conocían, era algo más inquietante, lo pensó por unos instantes pero no se quiso sugestionar.

- La joven de los sonidos – Le habló una voz desconocida que no sabía de donde estaba llegando.

– ¿Quién me habla? – Respondió estremecida mientras buscaba algo característico en quien se le había acercado, y accidentalmente con una de sus manos quedó tomándolo por su hombro demasiado delgado y de una textura extraña, retirándola de inmediato.

- Ya no tengo que decir donde estoy, tu mano sabe la respuesta –

- Es habitual que mis manos encuentren primero las cosas cuando no las escucho y le advierto que allí adelante me esperan –

- Si he notado que le prestas gran atención al sonido de las cosas –

- Y por lo mismo, le digo que no reconozco su voz y menos ahora que sé que me ha estado espiando –

- Pero yo no lo hice con intención,  tú eres quién me buscó primero –

- Me está usted confundiendo, porque aunque lo quisiera no podría –

- Cuando he estado en el río, en la casa de las iguanas y hasta en la cueva del soldado –

- Ninguno de esos lugares existe por acá. Está usted confundiéndome, ni siquiera hemos cruzado palabra, eso no lo olvidaría – Le habló alzando la voz, al tiempo que agilizaba su andar. Buscó en sus recuerdos algo que le ayudara a reconocer esa voz de quien decía supuestamente conocerla, pero no dejaba de ser enteramente nueva -

- ¿Cómo me vas a recordar si nunca antes habíamos hablado? Tú tienes algo que no existe en otro lugar, no reflejas tu miedo ¿A qué le tienes miedo?-

- Claro que ésta es la primera vez que nos encontramos. Mis tenores no tiene por qué saberlos –

- Eres tú quien me  ha hablado cuando juegas con los sonidos de un lugar, los que atrapas en esa maquinita que llevas siempre – Le hablaba mientras la seguía de cerca.

- A ver, para que me deje en paz, como es que pude haberlo espiado y no reconocer nada en usted ahora -

El extraño le recordó una mañana en la que ella estaba sentada en la orilla del río después de un fuerte temporal, Atrapando en su máquina el golpeteo del agua  contra las piedras, luego la acercaba al aire si sentía pasar un ave o si el viento provocaba el choque entre las copas de los árboles. Él estaba al lado de ella observándola, ella lo sintió y le hablo llamándolo guardián de todo lo que allí se movía. Luego se le recostó al lado y ella lo acarició, le volvió a hablar y grabo los sonidos que hacía. Él le manifestó que se había quedado en silencio porque también había llegado hasta ahí para escuchar y que no quería interrumpir lo que ella hacía tan apasionadamente, además le confesó que su forma de escuchar se parecía mucho a la de los animales porque sabe interpretar y entender muchas cosas que otros como ella no.

- Si recuerdo ese día, pero lo que pasó fue que a mi lado llegó un perro que tiritaba de frío, que además estaba mojado y olía a tierra. Quise revisarlo pero apenas sintió la presencia de mi abuelo que volvía por mí se asustó y se fue -

Leila revivió en su mente ese día y notó que la textura de la piel del animal que tocó era igual a la del extraño que ahora la seguía cuando tocó accidentalmente su hombro, tenía la certeza pero no se lo iba a reconocer, el pánico que estaba sintiendo le preocupaba más. No podía correr sabía que eso de nada iba a servir, estaba en desventaja. Así que decidió seguirle la conversación para ver si lograba que la dejara, o ganar tiempo para quedar más cerca de su casa y estando allí gritar para llamar la atención.

- Recuerdo el frío del agua y de las piedras. Los sonidos guardados los he reproducido muchas veces sobre todo cuando trabajo en crear las historias que produzco. Todo eso llega a mi mente, pero no era ese animal mojado el que me espiaba, ese me acompañó mientras usted seguramente se hallaba escondido entre el ruido de las plantas o trepado en algún árbol cercano. Eso de espiar no está bien –

- ¿Dices que te espío? Entonces aquella tarde en la que me encontraba en la casa de las iguanas, cuando llegaste acompañada y te dejaron sola. Encontraste un lugar donde sentarte y esperaste hasta convertirte en un sonido más. Yo me acerqué en silencio para quedarme a tu lado, no miraste hacía donde yo estaba pero si me sentiste llegar y me volviste a tocar. Ese día te llevaste algo mío –

- De nuevo se equivoca, recuerdo ese día, a ese lote donde crían iguanas he ido varias veces y esa tarde de la que usted me habla además de las iguanas me acompañó uno de los pavos que también guardan allí. Lo único extraño de ese animal es que no se  inquietó con mi presencia y se quedó muy tranquilo, como un invitado más al concierto de las señoras iguanas y los otros animales que llegaron en ese momento. Ese día lo único que me llevé fue una pluma de pavo que se quedó entre mis dedos al pasar mi mano sobre su lomo –

- ¿Segura que eso fue todo no notaste algo más? –

- ¡Claro¡ Qué fácil es decirlo, cuando uno está observando las acciones ajenas, ósea espiando, sí noté que el pobre pavo olía a sangre y casi justo de donde se le desprendió la pluma tenía una herida, al tocársela el ave se alejó, eso me llevé una pluma –

- Y mi sangre, por eso desde ese día se dónde estás y cómo estás -

- Esta conversación no está bien, tengo que pedirle que me deje seguir mi camino, se hace tarde y está por anochecer -  

- Señorita no pretendo hacerte daño, permíteme seguirte acompañando, igual aunque no lo hallas notado hace rato anocheció. Estoy aquí por tu compañía como la que con tus propios sonidos das al lugar que llegas, en esos lugares en los que muchos dicen encontrar el silencio tú le das vida a la simpleza. Yo estaba solo por allí y me acompañé de ti, logrando entender que mi soledad se debía a no saber escuchar -

- ¿Tan rápido anocheció? Pero cómo no va a estar solo si se aparece de la nada para asustar a la gente indefensa -

- No ando solo lo que pasa es que a la gente no le gusta verme –

- Nadie mira bien las cosas cuando lo han asustado. Y yo aunque pudiera llegar a verlo no cambiaría en nada el desagrado de conocerlo por la manera en que me abordó –

- Lo físico para mí no significa nada, yo leo miradas. En ti encuentro la paz -

- Sí, pues en mi mirada no puede leerse nada –

- No es necesario leerla, a alguien como tú se le mira completa –

-  (responde con alegría) Bueno, estamos cerca de mi casa, pero eso usted ya lo debe saber porque dice conocer todos mis movimientos –

- No todos ¿Pero cómo sabes que si llegaste a tu casa? –

- Por el olor a la hierba buena del jardín –

- Ves, tus sentidos son los que te hacen diferente, así como me pasa a mí, no veo de las personas lo que llevan por fuera sino lo que los forma por dentro, así como lo haces tú, se te nota –

- Por fin dice algo sensato, pero que puede hacer uno cuando los ojos nunca han reconocido nada, acostumbrarse a depender de sus otros sentidos. Eso me ha hecho saber que usted no hace ningún sonido al caminar y tampoco huele a nada-

- Has demostrado muy bien que no necesitas de tus ojos, eso yo también lo he hecho muchas veces –

- Me imagino, y acabo de entender que ve las cosas de una manera extraña, anda por ahí perdido cualquiera puede confundirlo con un fantasma –

- Señorita no estoy muerto, pero tampoco estoy vivo -

- ¿Qué es usted? ¿Qué lo alimenta entonces? –

- Como carne y bebo sangre como la tuya –

- ¿Qué cosa es algo así como un vampiro? –

- No, y tampoco sé que es eso, soy tu solución y tu mi compañía, déjame acercar y lo sabrás –

- Ya ha estado demasiado cerca, siento demasiado frío y eso no es normal –

- Te estaré esperando, donde estés nombra mi sangre y a ti llegaré, tienes mi recuerdo desde que tu mano me encontró. No me puedo ir y dejarte así lo quisiera porque no es mi decisión, búscame y a tus ojos les daré la claridad -  

Sin decir más se desapareció, alguien salía desde la casa por ella. Leila quedo paralizada con esa respuesta. Al llegar hasta ahí sin que el extraño le hiciera nada, esperaba que se tratara simplemente de un vecino a quien ella no conocía que apareció para incomodarla. ¿Qué era entonces ese ser con esa extraña piel porque andaba detrás de ella? ¿Tanto había escuchado a la naturaleza que había despertado uno de sus seres oscuros e inanimados?


No bajes la guardia la historia continúa en Plumas Negras Capítulo III


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