viernes, 24 de julio de 2020

Sortilegio Rolo (Cuento corto)


Ella empezó a perderse definitivamente por allá en la calle cien con autopista norte, siguiendo un mal consejo cayó en la fauces del articulado tranvía rojo (Tranvía versión siglo XXI claramente) que no tenía una silla libre donde se pudiera haber sentado, además la hora no era la más adecuada, el interior nauseabundo del animal atestaba de plebeyos y uno que otro hijo de algún Virrey decapitado. Eso era demasiado para la dueña del pasaporte europeo. Al llegar a esa calle de apellido Jiménez el mareo estremeció las entrañas del aparato que la vomitó entre gamines y vendedores ambulantes, afanada continuó hacía el oriente donde obtienen la perdición los extranjeros. Atraída por los sermones tejidos en Monserrate la iglesia de la cima del cerro. Solicitó la ubicación de las arcas del Dorado en un museo lleno de oro y antes de subir acepto agua del chorro del señor Quevedo, bebió y trepó hasta la iglesia para desde la magnifica vista que se da allí, contemplar la urbe que encierra el corazón rolo. Después de lograrse un poco de calor del chocolatico con queso. Compró un tiquete de descenso en la nave funicular y se le entregó a la arquitectura colonial de Doña Candelaria, Allí entre chicha y fabulas de cuenteros se adentró en la narrativa que nombra las doce chozas. Ebria de trueques y saludos muiscas se perdió entre las calles empedradas buscando un hotel donde curarse la resaca. Nadie la volvió a ver y no por que se hubiera ido. Las calles la devoraron quedándose fragantes del supurante español mal pronunciado por la gringa que muchos escuchan pero nadie entiende. 




viernes, 10 de julio de 2020

Espionaje en harapos



Estaba cerca del lugar donde él la esperaba, caminaba afanada consternada por sus pensamientos que cambiaban su trágico final a medida que se acercaba. Su marido descompuesto la vio llegar distorsionada mientras en su bolsillo sujetaba con fuerza el revólver.

Uno puede pensar que renuncia a las comodidades, que abandona a la gente que conoce, en dejar su círculo social. Se puede pensar en ello, pero llevarlo a cabo de verdad son palabras mayores. Si te le mides a ese cambio drástico, sabes que morirás ante quienes saben algo de ti y ya no serás tomado en cuenta para acompañarles en sus dichas y calamidades. Manuel José por su parte supo que ese era su destino vivir en el olvido, enterándose a distancia de las cosas que le sucedían a toda la gente que hizo parte de su existencia antes de entregársele a las fauces de la cuidad y sus desmanes. Dio un paso a un lado eligiendo trabajar oculto en una identidad secreta destinada a desempeñarse como vigía de la policía. Su uniforme lo cambió por los trapos más desgastados que pudo encontrar y se hizo a un nombre que le escuchó a una mente que desvariaba repitiéndolo innumerables veces “Poches”.

El hogar de Poches entonces fueron las calles con algunas excepciones. Trabajó en su imagen para lograr verse como el hombre desliñado y descuidado acorde a sus harapos. No estaba abandonado del todo aunque claramente así debía de verse siempre. Muy pocas personas estaban enteradas del protocolo de su existencia. Todo se debía a que él hacía parte del organismo de espionaje local que había sido creado para filtrar información desde las diferentes esferas de la sociedad. Como otros de quienes conocía solo a algunos, era un servidor presente en la clandestinidad que debía hacer sus reportes a la manera antigua con códigos escritos, nada de contactos en persona y si le llegaba el momento de tomar descansos debía reportar su ubicación, disponía del tiempo exacto que le era asignado para ello. En su trabajo podía usar el tiempo de la manera que lo necesitara. En las ocasiones en que le fue necesario entregar información de manera urgente, le era asignado el único agente que conocía su identidad para que por medio de este la filtraran. En el amor no le fue mal a pesar de que nunca buscó relacionarse con una mujer en especial. Formó pareja con Magdalena una enfermera que conoció en las ferias y fiestas de Choachi, oriunda de allí. Su relación empezó durante el tiempo en que ella estaba por terminar la carrera de enfermería. Alquiló un apartamento pequeño que le fue dado para sus momentos de descanso y en este vivió su idilio haciéndole creer que se ganaba la vida como el conductor de un comerciante con el que se mantenía viajando constantemente y de esa manera pudo justificar sus prolongadas ausencias. En su trabajo real conoció a Darcy una prostituta a la que se encargaría de sacar de varios líos junto a su amigo travesti Marla. Por su parte ellos lo ayudarían a hacer del ambiente nocturno un paraje amable entre la violenta realidad. Cada vez que compartió con ellos hospedaje en la pensión donde llegaban a descansar, ellos después de sus faenas sexuales, él de escoger el reciclaje que le daba para pagar a diario la pieza y en otras ocasiones con la coartada de que andaba vendiendo dosis de droga o realizando alguna labor esporádica para poder darse una comida decente. Darcy una morena mayor de treinta tenía una hija que dejó a cargo de su mamá en un pueblo del Tolima. La pequeña recibía los regalos que Poches le mandaba cuando podía y también cuando la mamá estaba pasándola mal. Entre sus deseos estuvo el de poder ayudar a Darcy a que dejara esa vida, pero no continuó insistiendo luego de que descubrió que su problema con el consumo de drogas era el que realmente la mantenía sujeta a ganarse la vida de esa manera, controlaba su dependencia para cumplir con el envío del dinero a su mamá y visitaba a la niña dos veces al año. Poches la acompañó un par de ocasiones en una de sus escapadas de todo. Se bañó y se puso presentable para no causar una mala impresión. La segunda vez que fue al lugar consiguió un carro y se llevaron a la diva Marla para ver si encontraba marido. Cuando el trabajo lo obligó a ausentarse de sus amigos, les inventó que era porque se quedaba en la casa de un hermano que lo invitaba cuando la cuñada no estaba porque a ella no le gustaba atender al indigente. Manuel sabía que algún día le llegaría el momento de dejar esa vida, porque claramente nada es para siempre incluso para los espías de calle, por eso tenía organizado su plan de retiro.

Una noche estuvo a punto de renunciar a su labor. Entre muchas. Lo habría hecho si su encuentro con el agente de contacto se hubiese dado. En ese oficio siendo parte activa de la ley tuvo que ser testigo de muchos delitos sin poder tomar cuenta. Eso en particular lo hizo odiar su decisión al haber aceptado encubrirse. Se trataba de Brenda una estudiante de sociología activista que confrontó a una secta que se estaba dedicando a traficar y robar animales, se alió con un grupo de personas que se le unieron para hacerle seguimiento a los involucrados en su mayoría jóvenes. Brenda logró denunciarlos con ayuda de Poches que hizo su parte facilitándole el trabajo juntando la información que los inculpó. Pero lo que empezó siendo un favor para la causa de la joven terminó convirtiéndose en la antesala de su muerte. La secta tenía una conexión con una banda que abarcaba un campo extenso de delitos. Además de eso contaban con informantes poderosos ocultos entre las mismas personas que se unieron a Brenda, tenía su propio Judas que la vendió sin un beso delator. De ella no se volvió a saber en el barrio ni en las noticias. Pero Poches teniendo el conocimiento de quienes se la habían llevado, hizo el reporte para denunciarlos pero fue frenado en sus intenciones debido a que para los investigadores que seguían el caso no les era útil inculparlos por lo de la muchacha, estaban detrás de los organizadores principales de la banda y si aceptaban la denuncia se perderían el avance que llevaban para poder juzgarlos por los delitos de un peso mucho mayor. Manuel se llevó esa muerte bajo su seudónimo de Poches evidenciando la mentira en la que se había convertido su vida, sus logros y su desempeño eran palabras inaudibles gestadas por una boca muda.

Para la época en que el tiempo reglamentario de su carrera se había cumplido. Su cuerpo había envejecido más de la cuenta a pesar de que en edad apenas acababa de bordear los cuarenta. Recién había celebrado su segundo aniversario de casado con Magdalena. Podía empezar a vivir la vida que había pausado en su juventud, con los horarios y complejidades que llevan las personas que dicen existir en la normalidad. Lo que él estaba logrando con su jubilación era aferrarse a otras vidas, a las de las dos mujeres que amaba, su paciente esposa y su hija Brenda Tatiana. Ellas con su presencia ahuyentaban las horas de dolor que sus cicatrices internas le causaban al revivir los desagradables casos que presenció y de los cuales nunca pudo hablar con nadie. Especialmente el de esa talentosa joven desaparecida que se le había convertido en una carga mal acomodada vagante por sus sueños, a los que dejó de llamar pesadillas desde que se le habían convertido en una bola de hiel que le oprimía el cuerpo en sus constantes lapsos de insomnio, mientras se mantenía con los ojos abiertos redescubriendo el significado de cada objeto legible entre la penumbra cercano a su cama. Apartado de la ciudad y de su licencia como investigador. Sintió que el momento había llegado. Desenterró un arma que había dejado oculta para cuando la necesitase, ya no se aguantaba más. Citó a su esposa en un paraje, le pidió que no llevara a la niña. Cuando vio llegar a la mujer notó que se encontraba alarmada por la forma angustiosa en que Manuel la había llamado. Ella sabía muy bien de su problema para conciliar el sueño y había tenido que calmarlo todas las veces que se había despertado alarmado y dando gritos exasperados. Con la pistola oculta en un bolsillo se acercó a ella tomándola de la mano, para empezar a contarle mientras sus ojos se hallaban irreconocibles tras el llanto que no podía controlar. Apenas pudo tomar el aire suficiente empezó a contarle la verdad que tantas veces ella le había pedido que le confiara. Así lo hizo contemplando el horror en los ojos de ella mientras en su ser la fuerza de un manantial que le fue cambiando el semblante se empezaba a desbordar llenándolo de paz. Sabía que ella acabaría por llevarse gran parte de su intranquilidad al convertirse en conocedora de todas las cosas en las que se vio involucrado por cumplir con su labor. Después de terminar de contarlo todo se quedó mirándola diciéndole que el haber hablado con libertad ante ella le había hecho saber que había llegado el momento. Del bolsillo sacó la pistola, ella lo tomó de las manos con todas sus fuerzas para evitar la torpeza que estaba a punto de cometer. El la dominó al tiempo que le explicó lo último que tenía.

 - Magda por esa joven Brenda, que es por quien no me he podido perdonar, por eso ya no puedo esperar otro día. Esta arma es la principal prueba de su asesinato, tengo otras pruebas significativas y certeras, también tengo la información de los culpables, están escondidos, son gente conocida. Mi último trabajo estaba inconcluso pero ayer logré reunir lo que me faltaba, ya tengo el contacto con la prensa y con la gente de confianza que va a hacer que los juzguen para que entreguen la ubicación del cuerpo. Ella va a descansar y puede que quedemos en riesgo, pero el precio de nuestra paz conlleva que lo tomemos, me iré por unos días. A mi regreso ten listas las maletas te avisaré llegando, te pido perdón - Guardó el arma de nuevo, le dio un frío beso en la boca temblorosa, luego de un tierno abrazo la dejó y empezó a dirigirse hacia esa ciudad a la que se había prometido no volver.  


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sábado, 4 de julio de 2020

Plumas Negras


Terminamos de jugar a las seis y cuarenta de la tarde, en las canchas junto al parqueadero de la universidad Politécnico Gran Colombiano por allá en los noventa. El camino de regreso a mi casa es un sendero que aún existe, mi casa ya no. Como lo pude advertir la última vez que pasé por allí, una vía árida y abandonada se forma por la ladera del cerro oriental atravesando mediante un puente artesanal la quebrada de las delicias, fabricado por los primeros habitantes del lugar hace más de cuarenta años, en la cantera que allí existió en esa época. Por esos días pasar por ese lugar, después de que la oscuridad alentara lo tenebroso en cada forma y sonido enfriaban el rastro de las buenas intenciones. Además de eso estaba vigente el mito de la mujer de aspecto descuidado, que hechizaba con la mirada preferiblemente a los hombres jóvenes. Las cosas no se quedaban ese momento. La dama oscura seguía al sujeto hasta su casa y luego apenas llegara el momento de dormir usaba sus sueños para quedarse con sus encantos y virtudes. Después de conocer el lugar donde vivía su víctima la mujer no dejaba de asistir las siguientes siete noches o hasta haberse quedado con todo. Llevándose del señalado sus mejores intenciones, su buen humor al tiempo que le iba dejando unas dolorosas ulceras en la piel que se iban aumentando a medida que pasaban los días, hasta culminar en una enfermedad letal. Decían que esas heridas quedaban cada vez que ese ser plantaba sus besos en la piel. Supe de los efectos que resultaban luego de esa visita indeseada, gracias a mi vecino que también era mi primo. Por alguna razón él también se había quedado jugando básquet hasta tarde y cuando pasó por el lugar al que yo me estaba acercando tuvo el encuentro con esa figura femenina hermana de las tinieblas, que al sentirlo lo ató con su mirada y lo identificó como su víctima. A partir de ese momento las noches no fueron iguales para William, con quien me encontré al tercer día después de su paso por el puente de palos y extraviar su mirada en la oscuridad del follaje donde algo fuera de lo común llamó su atención. Una actud que tuvo mi primo en la casa le fue vital para cortar el avance de esa visita, que con el paso de los días le iba dejando un helaje mortuorio alojado en el cuerpo convirtiéndolo en un ser cadavérico, que se olvidaría de valerse por sí mismo llenándolo de la tristeza y el dolor presentes en el cuerpo de un difunto, él le contó lo sucedido de aquella noche a todos en la casa. William era tres años mas joven y su carisma se destacaba por su alegre forma de actuar, ante lo que para los otros parecía normal y eso lo mantiene entre nuestros recuerdos alegres. Verlo por esos días me dejó sin palabras, no lo conocía era definitivamente otra persona. Hablamos sobre las cosas que le estaban ocurriendo, de las que hablaba con su humor característico, le pregunte por el tipo de enfermedad que estaba sufriendo porque era evidente que su salud había mermado notablemente. Me contó que no sabía que era lo que lo afectaba, ya que venía teniendo unas pesadillas que se repetían a diario y que habían empezado desde el domingo anterior. Al cuarto día William no salió, se quedó encerrado mientras todos en la casa empezaron a buscar las formas de identificar su mal, cuando estaban a punto de llevárselo para un hospital en su camino se cruzó el vecino que sabía leer el tabaco, quien al notar el aspecto de mi primo y especialmente las marcas en la piel tuvo un susto de ultratumba. Les aconsejó no llevarlo ante un médico ya que el tiempo sería perdido y la salud del muchacho no iba a mejorar con medicamentos, para ser efectivos debían tratarlo siguiendo unos consejos que el hombre les fue apuntando en el cuaderno de religión. Un velón mediano impuesto con la oración a San Miguel Arcángel junto al papel blanco con el nombre completo de mi primo, la ropa de dormir al revés, el baño de unas hiervas especiales antes de acostarse y debajo de la cama un tanto más de las mimas puestas en cruz. Esos eran todos los artilugios a los que habían acudido madre y abuela, para pedir por el regreso de la alegría y los chistes ocurrentes y que la bruja lo dejara en paz, la misma de la que él ya les había hablado pero que por andarse con bromas a todo momento no le habían querido creer. De esa manera el experto en hacernos reír había regresado.
Ese domingo cuando había llegado mi turno de cruzar el puente de palo, eran algo así como las siete de la noche, empecé mi regreso a casa por ese lugar en donde pasar a esa hora ya de por sí era un riesgo, porque si hacías mucho ruido, los perros que por allí andaban sueltos estaban dispuestos a recibirte con una mordida que no veías de donde llegaba, había que ser sigiloso. Ese hasta el domingo antes de lo sucedido a mi primo era el temor principal, andarse con cuidado de los perros. Pero ya dada la hora y sabiendo lo que les he venido contando. Caminar sin la predisposición del miedo era inevitable ya que aun por estos días pasar por ese lugar a esa hora es tenebroso porque a pesar de que al día de hoy el lugar tiene más casas en los lugares que esa noche estaban completamente vacíos, esa vía nunca ha tenido alumbrado público y sigue estando sin pavimentar. Tenía que lograr dos cosas. Primero por nada del mundo podía correr o hacer algún ruido para no ser bocado de los perros y  segundo pero más importante no mirar hacía el sendero que recorre el borde de la quebrada, en esa penumbra fue donde mi primo se encontró con la mala fortuna de esa mirada atrayente que devela tus instintos y secretos. Pero ponte en mis zapatos, un adolescente que camina solo en la oscuridad, que sabe de una historia que pone a fluir la adrenalina, con la respiración agitada a pesar de ir andando con lentitud. Durante los primeros pasos mantuve el ritmo y la determinación pero al llegar al séptimo, el movimiento de algo que agitó las ramas que se alcanzaban a ver desde el rabillo de mi ojo desbordó de inmediato mi curiosidad. Detrás de unos arbustos la figura de un animal tan negro que le daba a lo demás el aspecto de una débil sombra. Me miraba inmóvil. Giré levemente mi cabeza para apenas verle, sin hacer el mayor ruido, no podía ubicar bien sus ojos pero sabía que los tenía puestos sobre mí, sentía su forma y su frío envolver todo mi cuerpo. Era un ser majestuoso al que el viento le desacomodaba su plumaje. Dejó notar que no tenía intenciones de querer atacarme. Su virtud superaba la impaciencia de los perros. Pero era claro que ya me tenía entre sus fauces, me saboreaba mientras sentía un doloroso frío que se fue acomodando entre la espalda y el pecho. En ese instante mi ser empezó a dejar de pertenecer-me, sentí el peso del tiempo, el yugo de la soledad que cala sobre quien ha sido olvidado y un desprecio por mi vida y mis allegados que me tenían fuera de sitio, un extranjero que llegó a sus vidas y que no debía haberse quedado. En resumen supe que nunca debí haber nacido, que mi presencia hería a los demás, que debía dejar de vivir en ese lugar y montarme sobre esa ave para surcar la noche y acompañarnos juntos, allí donde estaba el lugar destinado para hacernos compañía sin esperar el entendimiento de aquellos otros que solo desprecian nuestra presencia. Ella tenía razón y para comprobarlo todo me mostró lo que había sucedido cuando en ese lugar estuvo mi primo, él a diferencia de mí apenas supo sus secretos se le burló, la miró con desprecio y le deseo mala suerte. Por eso lo siguió hasta su casa y le dejó ese beso que le había arrancado a un cadáver.

- Yo no quiero el beso de un muerto - Le dije.  

Ella me manifestó que ese castigo no era para seres como yo, por eso la misión decretada en mi caso fue la seducir las almas de las jóvenes atraídas por mi belleza todavía intacta. Así ha venido sucediendo como de costumbre en las noches, existo entre la maleza haciendo alarde del embrujo que poseído por la belleza, esa que se acomoda en el deseo desbordado sin tregua durante la juventud. Lo será todavía cuando a mi rostro le llegue el momento de tomar el aspecto de lechuza demacrada y mal alimentada, y mi cuerpo se llene por completo de plumas negras junto con las esqueléticas alas que la soledad y el abandono me harán emanar por la espalda. Seguiré alzándome en libre vuelo al calor que aquellas mujeres jóvenes que vendrán para someterse a nadar desnudas entre el empalagoso sabor de mi sangre yerta.


!Gracias por tu visita¡

Por petición de los lectores esta historia tiene continuación ... Aquí:

https://rudyantoniosilva.blogspot.com/2020/08/plumas-negras-capitulo-ii.html

SENTENCIA CANINA (Microrelato)

  Gruñía, sin apartar sus ojos negros del ladrón. A través de sus dientes el veneno brotaba espumoso, por esa razón íbamos de camino al ve...