viernes, 10 de julio de 2020

Espionaje en harapos



Estaba cerca del lugar donde él la esperaba, caminaba afanada consternada por sus pensamientos que cambiaban su trágico final a medida que se acercaba. Su marido descompuesto la vio llegar distorsionada mientras en su bolsillo sujetaba con fuerza el revólver.

Uno puede pensar que renuncia a las comodidades, que abandona a la gente que conoce, en dejar su círculo social. Se puede pensar en ello, pero llevarlo a cabo de verdad son palabras mayores. Si te le mides a ese cambio drástico, sabes que morirás ante quienes saben algo de ti y ya no serás tomado en cuenta para acompañarles en sus dichas y calamidades. Manuel José por su parte supo que ese era su destino vivir en el olvido, enterándose a distancia de las cosas que le sucedían a toda la gente que hizo parte de su existencia antes de entregársele a las fauces de la cuidad y sus desmanes. Dio un paso a un lado eligiendo trabajar oculto en una identidad secreta destinada a desempeñarse como vigía de la policía. Su uniforme lo cambió por los trapos más desgastados que pudo encontrar y se hizo a un nombre que le escuchó a una mente que desvariaba repitiéndolo innumerables veces “Poches”.

El hogar de Poches entonces fueron las calles con algunas excepciones. Trabajó en su imagen para lograr verse como el hombre desliñado y descuidado acorde a sus harapos. No estaba abandonado del todo aunque claramente así debía de verse siempre. Muy pocas personas estaban enteradas del protocolo de su existencia. Todo se debía a que él hacía parte del organismo de espionaje local que había sido creado para filtrar información desde las diferentes esferas de la sociedad. Como otros de quienes conocía solo a algunos, era un servidor presente en la clandestinidad que debía hacer sus reportes a la manera antigua con códigos escritos, nada de contactos en persona y si le llegaba el momento de tomar descansos debía reportar su ubicación, disponía del tiempo exacto que le era asignado para ello. En su trabajo podía usar el tiempo de la manera que lo necesitara. En las ocasiones en que le fue necesario entregar información de manera urgente, le era asignado el único agente que conocía su identidad para que por medio de este la filtraran. En el amor no le fue mal a pesar de que nunca buscó relacionarse con una mujer en especial. Formó pareja con Magdalena una enfermera que conoció en las ferias y fiestas de Choachi, oriunda de allí. Su relación empezó durante el tiempo en que ella estaba por terminar la carrera de enfermería. Alquiló un apartamento pequeño que le fue dado para sus momentos de descanso y en este vivió su idilio haciéndole creer que se ganaba la vida como el conductor de un comerciante con el que se mantenía viajando constantemente y de esa manera pudo justificar sus prolongadas ausencias. En su trabajo real conoció a Darcy una prostituta a la que se encargaría de sacar de varios líos junto a su amigo travesti Marla. Por su parte ellos lo ayudarían a hacer del ambiente nocturno un paraje amable entre la violenta realidad. Cada vez que compartió con ellos hospedaje en la pensión donde llegaban a descansar, ellos después de sus faenas sexuales, él de escoger el reciclaje que le daba para pagar a diario la pieza y en otras ocasiones con la coartada de que andaba vendiendo dosis de droga o realizando alguna labor esporádica para poder darse una comida decente. Darcy una morena mayor de treinta tenía una hija que dejó a cargo de su mamá en un pueblo del Tolima. La pequeña recibía los regalos que Poches le mandaba cuando podía y también cuando la mamá estaba pasándola mal. Entre sus deseos estuvo el de poder ayudar a Darcy a que dejara esa vida, pero no continuó insistiendo luego de que descubrió que su problema con el consumo de drogas era el que realmente la mantenía sujeta a ganarse la vida de esa manera, controlaba su dependencia para cumplir con el envío del dinero a su mamá y visitaba a la niña dos veces al año. Poches la acompañó un par de ocasiones en una de sus escapadas de todo. Se bañó y se puso presentable para no causar una mala impresión. La segunda vez que fue al lugar consiguió un carro y se llevaron a la diva Marla para ver si encontraba marido. Cuando el trabajo lo obligó a ausentarse de sus amigos, les inventó que era porque se quedaba en la casa de un hermano que lo invitaba cuando la cuñada no estaba porque a ella no le gustaba atender al indigente. Manuel sabía que algún día le llegaría el momento de dejar esa vida, porque claramente nada es para siempre incluso para los espías de calle, por eso tenía organizado su plan de retiro.

Una noche estuvo a punto de renunciar a su labor. Entre muchas. Lo habría hecho si su encuentro con el agente de contacto se hubiese dado. En ese oficio siendo parte activa de la ley tuvo que ser testigo de muchos delitos sin poder tomar cuenta. Eso en particular lo hizo odiar su decisión al haber aceptado encubrirse. Se trataba de Brenda una estudiante de sociología activista que confrontó a una secta que se estaba dedicando a traficar y robar animales, se alió con un grupo de personas que se le unieron para hacerle seguimiento a los involucrados en su mayoría jóvenes. Brenda logró denunciarlos con ayuda de Poches que hizo su parte facilitándole el trabajo juntando la información que los inculpó. Pero lo que empezó siendo un favor para la causa de la joven terminó convirtiéndose en la antesala de su muerte. La secta tenía una conexión con una banda que abarcaba un campo extenso de delitos. Además de eso contaban con informantes poderosos ocultos entre las mismas personas que se unieron a Brenda, tenía su propio Judas que la vendió sin un beso delator. De ella no se volvió a saber en el barrio ni en las noticias. Pero Poches teniendo el conocimiento de quienes se la habían llevado, hizo el reporte para denunciarlos pero fue frenado en sus intenciones debido a que para los investigadores que seguían el caso no les era útil inculparlos por lo de la muchacha, estaban detrás de los organizadores principales de la banda y si aceptaban la denuncia se perderían el avance que llevaban para poder juzgarlos por los delitos de un peso mucho mayor. Manuel se llevó esa muerte bajo su seudónimo de Poches evidenciando la mentira en la que se había convertido su vida, sus logros y su desempeño eran palabras inaudibles gestadas por una boca muda.

Para la época en que el tiempo reglamentario de su carrera se había cumplido. Su cuerpo había envejecido más de la cuenta a pesar de que en edad apenas acababa de bordear los cuarenta. Recién había celebrado su segundo aniversario de casado con Magdalena. Podía empezar a vivir la vida que había pausado en su juventud, con los horarios y complejidades que llevan las personas que dicen existir en la normalidad. Lo que él estaba logrando con su jubilación era aferrarse a otras vidas, a las de las dos mujeres que amaba, su paciente esposa y su hija Brenda Tatiana. Ellas con su presencia ahuyentaban las horas de dolor que sus cicatrices internas le causaban al revivir los desagradables casos que presenció y de los cuales nunca pudo hablar con nadie. Especialmente el de esa talentosa joven desaparecida que se le había convertido en una carga mal acomodada vagante por sus sueños, a los que dejó de llamar pesadillas desde que se le habían convertido en una bola de hiel que le oprimía el cuerpo en sus constantes lapsos de insomnio, mientras se mantenía con los ojos abiertos redescubriendo el significado de cada objeto legible entre la penumbra cercano a su cama. Apartado de la ciudad y de su licencia como investigador. Sintió que el momento había llegado. Desenterró un arma que había dejado oculta para cuando la necesitase, ya no se aguantaba más. Citó a su esposa en un paraje, le pidió que no llevara a la niña. Cuando vio llegar a la mujer notó que se encontraba alarmada por la forma angustiosa en que Manuel la había llamado. Ella sabía muy bien de su problema para conciliar el sueño y había tenido que calmarlo todas las veces que se había despertado alarmado y dando gritos exasperados. Con la pistola oculta en un bolsillo se acercó a ella tomándola de la mano, para empezar a contarle mientras sus ojos se hallaban irreconocibles tras el llanto que no podía controlar. Apenas pudo tomar el aire suficiente empezó a contarle la verdad que tantas veces ella le había pedido que le confiara. Así lo hizo contemplando el horror en los ojos de ella mientras en su ser la fuerza de un manantial que le fue cambiando el semblante se empezaba a desbordar llenándolo de paz. Sabía que ella acabaría por llevarse gran parte de su intranquilidad al convertirse en conocedora de todas las cosas en las que se vio involucrado por cumplir con su labor. Después de terminar de contarlo todo se quedó mirándola diciéndole que el haber hablado con libertad ante ella le había hecho saber que había llegado el momento. Del bolsillo sacó la pistola, ella lo tomó de las manos con todas sus fuerzas para evitar la torpeza que estaba a punto de cometer. El la dominó al tiempo que le explicó lo último que tenía.

 - Magda por esa joven Brenda, que es por quien no me he podido perdonar, por eso ya no puedo esperar otro día. Esta arma es la principal prueba de su asesinato, tengo otras pruebas significativas y certeras, también tengo la información de los culpables, están escondidos, son gente conocida. Mi último trabajo estaba inconcluso pero ayer logré reunir lo que me faltaba, ya tengo el contacto con la prensa y con la gente de confianza que va a hacer que los juzguen para que entreguen la ubicación del cuerpo. Ella va a descansar y puede que quedemos en riesgo, pero el precio de nuestra paz conlleva que lo tomemos, me iré por unos días. A mi regreso ten listas las maletas te avisaré llegando, te pido perdón - Guardó el arma de nuevo, le dio un frío beso en la boca temblorosa, luego de un tierno abrazo la dejó y empezó a dirigirse hacia esa ciudad a la que se había prometido no volver.  


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