viernes, 11 de diciembre de 2020

Ciudad Muerta ( Parte 2 - final)

 


Job y Mark resultaron tener un conocido en común, lo que hizo que el hombre nos tratara con mayor confianza. Por esa razón nos invitó a que descansáramos en la casa desde la que se suplía con el agua. La tenía adecuada con corriente, era enorme, la mantenía cerrada con candados ocultos, puertas y ventanas aseguradas con unas rejas gruesas, para con la misma corriente que producía mantenerlas electrificadas, de esa manera evitaba los saqueos, debido a que la descarga era mortal. Podíamos quedarnos por varios días si lo hubiésemos querido, pero como ese no era nuestro plan, aunque la oferta sonó bastante tentadora. Aceptamos porque necesitábamos retomar fuerzas y un descanso que superara las cuatro horas de sueño al que la mayoría estábamos acostumbrados a tomar, sin la zozobra de tener que permanecer alerta y con los relevos de la vigilancia. Pudimos darnos un baño decente. Comer con calma y preparar una sopa con suficientes ingredientes, que nos supo a gloria, incluso de su reserva Job nos compartió café y un aguardiente que el mismo sabía preparar. Nos quedamos por dos días. Negociamos una de las gallinas y una pareja de palomas de la raza de las mensajeras que llevaba Colt, a cambio de uno de los gallos que el señor conservaba y no había sacrificado porque sabía que llegaría la hembra para poder sacarle cría y disfrutar algún día de las delicias que se podían aprovechar con su carne.

Al despedirnos, nos dio las indicaciones con respecto al lugar que realmente estábamos buscando. Su hijo Malcom lo había encontrado, considerando que era el lugar adecuado para instalarse y dejar esa zona de clima helado cuando su padre a fin lo decidiera. Al despedirnos padre e hijo nos regalaron un reproductor de música que Perci llenó incluso con las canciones del CD de Cora. Recargó dos de las baterías de carro que llevábamos. Las demás se las dejamos porque nos dio un panel con el que podíamos recargar linternas y todos los dispositivos que hasta ese momento habían permanecido inútiles, por último nos dejaron un Walkie Talkie para que nos pudiéramos comunicar con ellos o con Malcom si llegábamos a estar cerca de él. Según los cálculos de Mark, el viaje hasta ese lugar nuevo nos tomaría dos días y medio. Iniciamos el viaje con la esperanza recompuesta y el cuerpo descansado.

Durante el camino recolectamos cuanta cosa nos parecía útil para el asentamiento, avanzamos  a buen ritmo. Habiendo salido de la cuidad la cosa se mostraba gentil, tuvimos muchas horas para hacer actividades que el agobio no nos había dejado. Leímos, gozamos de la música y los resultados de la caza nos dejó especies que le dieron otra vida a las comidas. El café que nos fue regalado lo tomábamos ceremonialmente y rematábamos con la buena reserva de aguardiente, lo único que nos hacía falta a los solteros era una pareja para el regocijo y los ejercicios sexuales. Al llegar al punto en el que nos faltaba un día para llegar, ocurrió el suceso que fragmentó el grupo. Nos encontrábamos descendiendo la ladera de una montaña. Cuando fuimos advertidos por los que iban a la parte delantera para que buscáramos escondite. Adelante por el cruce que llevaba a un valle, se veía venir una cantidad de gente que nos superaba por más del doble. Colt, Mark y los demás hombres vigilamos la situación. Se trataba de la tropa, sobre de la cual nos habían prevenido Job y sus hijos, gracias a los informes que días antes de desconectarse les había hecho Malcom. Esa gente tiene por ley, una dictadura rastrera y demoledora como una plaga. Roban y acaban todo a su paso. Nuestra acción debía ser la de evitarlos, una batalla con todas las de perder se avecinaba. Todo estaba sujeto a tomar la mejor decisión. Huir era lo más sano. Debíamos dividirnos en ese punto, decidir quiénes serían los voluntarios que se encargarían de llamar la atención para obligar a esa gente a desviar de camino. De nuestros mejores peleadores seis se ofrecieron, querían ir mas pero no podían dejar al resto desprotegidos, dos de ellos eran los mejores con las caucheras y el excéntrico Drew, quién además era el mejor cazando. Sacó de su reserva su arma secreta de la cual nadie tenía conocimiento y que él había tenido escondida solo para usar en el momento adecuado. Se trataba de las dos únicas armas existentes entre el clan, una automática con tres cartuchos y diez tacos de dinamita. Con el asombro y el dolor de todos, los seis nos dejaron para ubicarse en el punto más alto, donde se encontraba el descenso al valle y al cual la tropa estaba por llegar. Escondimos todo entre los arbustos y los siguientes peleadores nos ubicamos estratégicamente escogiendo la copa de los árboles, para poder ver el ataque de los seis, que iba a ser a muerte. Asustados como nunca, nos instalamos con caucheras y maleras llenas de piedras como únicas armas de largo alcance. Era el medio día, lamentamos que eso no hubiera sucedido en la noche, quizá así no hubiésemos tenido que darles frente escabulléndonos o dando la vuelta para evitarlos por otro camino. El destino nos tomó de frente como había sabido hacerlo desde que nos tocó vivir esta situación. Seguramente en otros lugares la cosa debía de ser pacífica.

Media hora después de estar listos pude ver a los seis preparando todo para empezar la arremetida. Sin preámbulos el primer taco de dinamita encendido surcó el aire tibio del lugar para destrozar la tropa justo en la mitad. Me dolió ver que no eran solo hombres los que marchaban. Quise pensar que por la cabeza de Drew paso un pensamiento igual al mío, pero sabiendo lo que esa gente venía haciendo, no había otra opción. Tres tacos más fueron lanzados estratégicamente. Lo que no les dio tiempo de recuperarse. Dos incendios se propagaron escandalosamente, los estallidos coincidieron con dos tanques de algún combustible, la mortandad fue fatal. Del montón unos hombres con perros emprendieron camino en busca de los seis, no llegaron muy lejos, el quinto cartucho cayó arriba de ellos provocando un derrumbe de piedras y tierra que los sepultó. Drew y los demás emprendieron la huida. Con el tiempo y la distracción puestas a favor reanudamos camino, el sol había caído lo suficiente llamando así la noche.

Cuando estábamos a pocas horas de llegar al destino. Nos encontramos con un hombre joven, quien iba acompañado de una mujer, una joven de mi generación y una pareja de niños. Nos saludaron pacíficamente, se reunieron con Mark y Colt. Hablaron y al enterarse que nuestro destino era el mismo pidieron unírsenos. Fueron integrándose, eran los únicos que habíamos aceptado en todo el camino de toda la gente que nos cruzamos, por nuestro cuidado habíamos decidido no aceptar personas nuevas hasta no estar instalados y entablar las reglas acordes. Ellos también andaban prevenidos como familia, aunque todos dudamos que lo fueran en verdad. Hablábamos con tacto, solo hasta que uno de nosotros notó que el hombre llevaba un radio igual al que Job nos había dado y precisamente cuando el hombre nos indagaba por como habíamos optenido el panel solar, hacía muchas preguntas. Tuvimos miedo de que fueran sobrevivientes de la tropa, y que el radio que llevaban lo habían robado a su dueño. Para suerte de todos resultó tratarse del mismísimo Malcom, lo supimos apenas nombramos a Job. Malcom nos contó que llevaba días sin poder entablar comunicación con su papá, debido a que se había topado de frente con la tropa y había sido tomado rehén, le habían quitado todas sus pertenencias, dejándolo incomunicado y sin poder dar aviso a su hermano. Pensando que no podría llegar a escapar trabajó en disuadir a sus cuidadores, sin lograr conseguirlo, se resignó. Hasta que la mujer que iba con él, usó su influencia sobre otros que se encontraban en las mismas condiciones, decidieron ayudarlo a escapar para que con su radio pudiera prevenir a quienes en adelante llegarían a encontrarse a la despiadada tropa. Macolm llevaba el mismo destino que nosotros para allí poder volver a comunicarse y retransmitir, salvando a otros como nos había ocurrido gracias a sus informes dados a su padre. Allí, en ese lugar al que íbamos, había dejado un panel con el que volvería a conectar la radio. Le urgía hablar con su padre. Con el nuestro pudo hacerlo y advertir sobre la llegada de la tropa para que estuvieran prevenidos. No habíamos alcanzado a contarle lo sucedido en nuestro encuentro con la tropa, apenas los pusimos al tanto, todos ellos celebraron. Las mujeres con lágrimas en sus ojos, porque habían sido abusadas por miembros de esa gente durante su secuestro también.

Al fin llegamos al lugar, la ayuda de Malcom fue crucial, conocía el camino a la perfección. Nos instalamos cerca de un río. Malcom arreglo su panel con las herramientas que llevábamos, volvió a organizar su maleta y apenas estaba recibiendo la despedida, la cual incluyó una celebración, yo aproveché para decirle que me le quería unir. Sentí el despertar de mi alma aventurera y sabía que a su lado iba a aprender muchas cosas que en ese bello lugar no, además sentía que mi servicio para el clan hasta ese momento había terminado. La chica que llegó con Malcom y yo habíamos empezado a entendernos bien. Ella se llama Melissa y tampoco quiso establecerse con el clan. Al día siguiente luego de comer y abastecernos, nos despedimos, en mi caso no fue posible evitar las lágrimas, finalmente todos se habían convertido en esa familia que ni siquiera había estado buscando. Estuvieron por convencerme de que mi lugar era con ellos, pero pudo más mi deseo de ayudar a otros que seguramente la estaban pasando mal, en lugares menos agraciados.

Fue así que el viaje del peregrino de la radio ambulante y sus dos aprendices daba  comienzo a una nueva parte de la historia.

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