jueves, 31 de marzo de 2022

Cuatro almojábanas y un tinto

 





Eres el único que me va a entender, lo sé muy bien, no me defraudes. Me dijo, maleta en mano al emprender su camino.

 

Los jueves en las tardes, Lucero me esperaba en su casa para tomarnos unas onces y mientras nos reíamos de nuestros pairos y derivas. Ella me contaba las novedades con respecto a lo que la semana le había deparado, yo hacía igual. Como siempre desde que la conozco ha sido una persona muy organizada, sin queja por parte de todas las personas que la conocen. Pero la tarde de ese jueves en especial, me encontré con una Lucero diferente. Su casa estaba desordenada, invadida por una prisa que no le correspondía, mientras seguía lo que parecía ser el rastro afanado de un ladrón, que busca sin saber los elementos de valor. Sus cosas preciadas, el ladrón del tiempo, pasaban los años, que para ella continuaba inmutable, igual, perpetuo. En su casa faltaba todo lo apreciable, lo intangible. Las cosas materiales habían perdido su valor, el café fue con un mal sabor adelanto a los hechos, lo vine a entender un día después cuando la sombra de Lucero se convertiría en un recuerdo borroso de pie allá en el paradero de las flotas, el sinsabor de su fragancia flotaba como un alma en pena, abandonada por su dueña. Se le veía preocupada, afanada. Su semblante era como el de alguien que está por cometer un delito. El aire que circundaba el lugar no era pacífico. Lucero corría, hablaba sola. Me hizo pensar en esas situaciones en las que la gente debe salir huyendo, armar su maleta con lo primero que encuentre porque prima la vida, la paz o la honra se encuentran en juego. Lo único que ella tenía verdaderamente listo era un envoltorio con sus llaves para mi estratégicamente ubicado para no olvidarlo. Con todas las evidencias a la luz, esperé a que tuviera un momento lejos del desenfreno para preguntarle cual era el motivo de toda esa carrera desesperada, me angustió verla así. No me respondió, no aclaró el motivo o la raíz de todo lo que pasaba ante mis ojos. Tenía la urgencia de salir, de dejarlo todo y eso era lo que estaba precisamente haciendo. En sus ojos había otra, otra Lucero que miraba las cosas como lo hace quien no tiene nada que perder.

- En este mundo debemos tener más amigos que amores. Los amigos son eternos, los amores mutan – Se detuvo un momento para decirme eso especialmente, luego me avisó que informaría cuál sería su destino, en el momento oportuno.

Esa tarde no hubo tiempo del café. Sus palabras serían precisas, los temas puntuales y ni tiempo de sentarnos, lo necesario se hablaría sobre la marcha. Mientras las maletas iban siendo ocupadas. Lo primero que me dijo, era que no lo iba a aplazar más las cosas, le dejó encargados el perro y el gato a la vecina. Porque yo no iba a tener tiempo para cuidarlos. Regar sus plantas era mi única tarea. Con la carga de no dejarlas morir, a sabiendas de que eso no iba a ser fácil, soy muy descuidado con eso. La decisión se la habían hecho tomar, esos recuerdos de su niñez que la estaban llamando de regreso a un lugar en especial, en el que había vivido por un año, recordaba ese lugar con gratitud y sentía que de alguna manera pertenecía a este. Necesitaba apartarse del cuidado que se había convertido en sobreprotector por parte de los familiares de su hombre, que había muerto hacía más de un año. Necesitaba estar en un lugar en el que nadie la conociera, allí donde sus pasos y sus cambios, dejarían de ser vigilados. Donde si se le diera la gana podría hasta llamarse, Marina, Linda, Laura o hasta Paula uno nunca sabe.

Desde que se separó de su madre, notó que no había vivido sola, lo primero que hizo fue trabajar en una casa de familia, luego compartió con una compañera de trabajo su pequeño apartamento. Al empezar a trabajar en el almacén de telas, saltó directo al matrimonio, a su nueva casa y vida de casada, con ello a cuidar hijos y nietos. Su cuerpo le estaba pidiendo ahora que podía andar sola, que debía irse a ese lugar en el que a nadie tendría que darle cuentas. Por eso lo dejó sus cuentas organizadas y se fue a vivir la vida que de joven no pudo. Libre y aprendiendo cosas nuevas, conociéndose en silencio, explorando su soledad sin dolor y sin preguntar que estaba bien y qué no. Alguna vez leyó una nota que estaba guardada dentro de un libro. Era una nota anónima que decía: “Solo podremos saber el verdadero significado de la soledad si en verdad nos apartamos de todo. La soledad está mal catalogada, como un mal del ser humano. Pero en verdad como poder describir su magnitud en lugares en los que siempre existe alguien vigilándonos. Nadie está completamente solo, hasta el más ermitaño que se adentra en una montaña, comparte con seres imaginarios, animales y la naturaleza que se encuentra alrededor. Cohabita con todos y se adapta, de la misma manera en el entorno que lo hace con ese nuevo habitante. En todo lugar se esconde una historia, sin importar que se trate de una vida que existe en silencio”, bajo esas circunstancias Lucero no está sola. Está conociéndose con libertad. Solo estoy yo que dejé ir su amistad, aunque reflexionando, no la deje ir ese era su camino, aunque a sus cercanos no nos gustara. Se fue hace ya más de seis meses, está feliz, las visitas que nos hacíamos cada semana pasaron a ser cada mes. Mas historias que contar. La distancia nos ha unido más, hablamos cuando se puede por teléfono, aparato que ha ido dejando, aunque no le ha sido posible del todo, es la única forma en que se puede comunicar con su familia, a pesar de que prefiere las cosas como se hacían hace años, ser visitada, atender a la persona que llega cerca para hablar mirándose a los ojos y reconocer la sinceridad, los teléfonos de ahora nos están alejando cada día más, lo asegura continuamente.

Cada vez que nos encontramos la noto más feliz, Lucero es otra, es una nueva amiga dentro de esas facciones conocidas, con sus mismas palabras, consejos y cariño, pero otra mujer al fin y al cabo. La que existió en ese lugar al que se fue. Esa mujer joven que no era mi amiga todavía, que estaba comenzando a vivir. Cada vez que nos encontramos ella me muestra lo que verdaderamente fue. Me gusta mucho esa antigua Lucero, renovada con sus antiguas costumbres, que están siendo revividas desde la fuerza de la experiencia. Es la aventurera que detuvo su marcha junto a su familia. Mi amiga dista de la que muchas veces se quedaba en silencio por un largo instante, sin saber que decir, sin entender que era lo que le pasaba, como llamar a eso que la embargaba. Se trataba de su cuerpo gritando desde adentro por un poco de libertad. Necesitaba cambiar de nombre, pasar junto a otros que no prestan atención a lo que llevas o no, si te maquillaste o no, si saludas o no. Se ha ido para dar una nueva lección, que ha empezado por decirnos a los que creíamos conocerla, que no se trataba de un capricho, o de un impulso que se pasa con los días. De su parte entendí muy bien que andamos atados llevando nuestras vidas adheridas a las vidas de otros. Vivimos de forma paralela pero no somos libres. Estamos encerrados y sujetados por unos hilos invisibles que no existen, pero que han sabido dejarnos esas marcas imborrables en la piel que solemos llamar arrugas. Por eso estoy escribiendo una carta a mi familia, me voy a buscar mi rumbo, sin timonel, sin ruta. Ya estoy dejando mis cuentas claras, y los pendientes finiquitados. Me voy a seguir el rastro de Lucero, la voy a visitar y le llevo cuatro almojábanas de las que le gustan y me tiene encargadas, sé que ella me va a recibir con un tinto, pasaré a visitarla sin saber cuándo volveremos a vernos, puede ser que se me una y juntos recorramos otros lugares. Puede ser que nos empecemos a comunicar por medio de cartas, como se hacía antes, con cartas y postales. En las maletas llevo poco, por el camino las iré llenando. Todo gracias a Lucero que dejó la puerta abierta para el que quiera salir a buscarse, yo solo soy el primero en pasarla y aventurarme.


SENTENCIA CANINA (Microrelato)

  Gruñía, sin apartar sus ojos negros del ladrón. A través de sus dientes el veneno brotaba espumoso, por esa razón íbamos de camino al ve...