
El teléfono sonó provocando que
me incorporara estrepitosamente. Levante el auricular. Lo había dejado junto a
la cama porque estaba esperando la llamada de Norma, teníamos plan. Era seguro que
si me llamaba a esa hora (Las siete y treinta) era para cancelarme, no le
gustaba salir de noche y la verdad es que yo me había quedado dormido porque el
día había estado ajetreado en el trabajo, así que si ella decidía no salir para
mí significaba una buena noticia, podía seguir durmiendo, no me importaba
quedarme vestido y perfumado en mi cama. Tampoco era la primera vez que ella
decidía rechazar la oferta. Por el contrario si llegaba a no estar listo solía
llamarme justo cuando ya estaba por salir de su casa, sin darme el tiempo para
poder estar preparado del todo, vivíamos muy cerca y como en su casa no me
querían, ella era quien llegaba hasta mi casa para evitar las malas miradas de
todos. Al contestar la llamada esperé su respuesta pero nadie habló,
yo por el contrario si le hable preguntándole si estaba lista pero lo único que
logré escuchar fue el sonido de la respiración de quien se encontraba al otro
lado, lo hacía con calma como si pudiera verme. Entonces lo que hice fue hacerle
una broma de las que siempre le suelto cuando me trata con seriedad. Lo único que
logré con mi charla fue que terminara la llamada. Esperé por un momento a que
me volviera a marcar. No pasó nada, entonces decidí llamarla. Era un riesgo,
habíamos acordado que ella era quien llamara siempre. Las veces que lo hice me
la negaban o me dejaban esperando hasta que me cansara, especialmente el cabrón
de su primo que se la pasa ahí metido como un mueble más de esa casa. Para mí
que retoñó de un mojón que alguno de ellos dejó al olvidar descargar la cisterna,
porque no se le conocía familia. Apenas estaba levantando el auricular, cuando el
sonido interrumpido del timbre anunció que llamaban de nuevo. La saludé jocosamente,
dándole a entender que me causaba gracia su broma. La acción anterior se repitió, no
habló. La respiración que llegaba tenía mayor agitación que la primera llamada , sin revelar otro sonido diferente. El tono acosador que tenía había
dejado de ser agradable. Ahora me causaba angustia, me preocupaba que algo le
estuviese pasando, así que decidí pedirle que sin hablarme me diera una señal
si era que en su casa estaba ocurriendo algo insano que no le permitiera hablar
con claridad. No hubo ninguna señal. Los sonidos de fondo tampoco eran
conocidos. Parecía ser que quien estaba al otro lado, si no era ella, estaba queriéndome
decir algo. En el preciso instante en el que iban a pronunciar palabra la
llamada fue cortada. Quede con los nervios alterados, así que de inmediato
telefonee a la casa de Norma. Escuchaba un eco luego de que repiqueteaba
el timbre. Esperé hasta que la conexión se perdió quedándome con el tintineo
continuo que anunciaba que la llamada se había perdido. En un solo impulso me
levante de la cama y me fui cazando las botas. Tomé mis llaves y me encaminé a
salir del cuarto, pero. Antes de llegar a la puerta el teléfono empezó a sonar
de nuevo. Me di la vuelta mirándolo incrédulo. Avancé temeroso de encontrarme
con el tono de alguna voz desconocida que me hablara amenazante. Apenas llegué
al teléfono dudé en responder. Tomé aire y lo levante con calma, sentía como alguien
desde otro plano accionara un botón de cámara lenta, ya que todos mis
movimientos tenían una parsimonia agobiante. Cuando al fin tuve la bocina en mi
oído, el ritmo de las cosas entró en turbulencia, un chillido agudo brotaba del
teléfono, la voz que por este llegaba tenía tono de llanto mientras repetía una
frase continuamente, en un idioma que no logré entender inicialmente. Resultó
que la voz estaba repitiendo el mensaje en diferentes lenguas. El primero
pareció ser árabe y luego otros más que no pude identificar. Hasta que llegó al
francés, luego al inglés con el que me quedé tratando de traducir lo que decía
pero lo pronunció tan rápido que no alcance. Cuando al fin llegó al español, el
mensaje fue claro a pesar de la rapidez y del esfuerzo por disimular el llanto.
Era la voz de un hombre joven.
– Ya estás contagiado – En
un español que no pertenecía ningún gentilicio colombiano.
No me quedé a esperar a que
continuara, repitiendo el mensaje. Definitivamente era una broma de mal gusto. Alguien
jugaba con una grabación, intenté colgar la llamada pero debía esperar a que del
otro lado lo hicieran. Sin pensarlo más, levanté el teléfono recogiendo el
cable y colgué, dejándolo en la mesa donde siempre permanece. En mi impulso anterior
olvidé ponerme una chaqueta. Busqué aquella que tenía pensado usar. Tome todas
las cosas necesarias y me dispuse a salir para dirigirme a la casa de Norma,
tenía la inquietud de saber por qué nadie, en especial ella había contestado. Total
debía ser la única que se encontraba allí en ese momento, los demás se habían
ido de viaje y ella se había negado a ir ( A no ser que se hubieran
arrepentido no estaría sola ). Caminé por la calle que lleva a su casa, no era tarde, al mirar
el reloj noté que eran las ocho de la noche. Extrañamente no pasaban ni
personas ni carros. Lo que sí noté fue a mucha gente de pie asomada desde sus
ventanas mirándome como a un bicho extraño. Y hasta un hombre muy mayor me gritó.
- ¿Qué hace por la calle? Corra
y resguárdese en su casa ¿Acaso está loco? – No le presté atención, por su edad
seguramente no era consciente de la realidad actual.
Cuando me encontraba cerca
de la casa de Norma, un mareo terrible empezó a revolver mis entrañas. Mi visión
empezó a percibir una inadecuada nubosidad sobre todas las cosas. La cabeza
empezó a darme tumbos, cuando había llegado frente a la entrada mi cuerpo
perdió todas sus fuerzas. Me desplomé notando que no habían luces encendidas en
su casa y junto a mí tres cuerpos más yacían en el suelo.
En el techo una luz blanca,
fue lo primero que vi apenas recobré el sentido. Estaba en una camilla que
había sido inclinada dejándome medio sentado, tenía un respirador y los catéteres
insertados en mis venas. Alrededor lo que parecía ser un cristal reemplazaba
las posibles paredes. Del otro lado mis papas metidos en unos trajes de
astronautas que apenas les dejaban notar sus caras me miraban como si acabara
de salir de mi propio parto. Los miré lleno de preguntas en mi cabeza pero se
me ocurrió una urgente antes de indagarles por la razón de mi aislamiento clínico.
– ¿Saben algo de Norma? – Mi
mamá juntó sus manos frente al visor de su casco dejando brotar de sus ojos un
llanto incontrolable al tiempo que movía la cabeza en señal de negación. Su
casco se empañó tan pronto como mis ojos se llenaron de lágrimas.